Lencería

Jueves 17 junio 2021

¿Ropa interior o exterior? La lencería conquista la calle

Es curiosa la historia de la moda íntima femenina porque no solo se encuentra ligada a las tendencias de cada época, sino a las rebeliones de las mujeres y a la fuerza de algunos iconos femeninos como las bailarinas Isadora Ducan e Irene Castle, la escritora Simone de Beauvoir o la diva del pop, Madonna que abrieron camino en su época, rompiendo algunas convenciones y tabús marcados. Es también remarcable, como en las últimas décadas, la concepción de lo que es íntimo y lo que no, brilla por su ausencia porque la moda evoluciona y se transforma, fusionando conceptos y adaptando piezas que en su día se crearon para permanecer ocultas tras las capas externas de la ropa visible. 

De las egipcias a las francesas. Un breve repaso histórico

La ropa íntima nació para cubrir una necesidad básica: higiene y abrigo de las partes femeninas. Luego, con el paso de los siglos pasaron a ser prendas para moldear y corregir la figura femenina. Se estima que fueron las egipcias de la alta sociedad, quienes empezaron a utilizar algún tipo de lencería. Entonces eran túnicas pegadas al cuerpo de lino y algodón con una especie de enagua que empezaba por debajo del pecho y finalizaba debajo de los tobillos como parte de su vestimenta diaria. En la Antigüedad, para levantar los pechos, -la parte anatómica que simbolizaba la feminidad, la maternidad y el placer-, la mujer aceptó muchos sacrificios. Con ese fin, en Creta se inventó el sujetador hace casi cuatro mil años. También en la Antigua Grecia, nació el zóster, un ceñidor que usaban las mujeres solteras para realzar el busto. Las casadas utilizaban otra prenda para sujetar el pecho, llamada apodesmo, y solía ser una tela de vivos colores y adornada con esmero. En Roma se usaba una banda enrollada alrededor del pecho para dar a la figura femenina la armonía y la forma que se consideraba bella en la época. Durante la Edad Media, el brial y la camisola aprisionaban el pecho en un momento en el que sólo se permitía señalas el busto a las doncellas. En cuanto a las braguitas, no se concibió la prenda como parte del atuendo interior hasta el Renacimiento. Por último, los corsés surgieron en la Edad Media y tuvieron altibajos en su uso hasta finales del siglo XIX. Esta pieza rígida no sólo era una prenda íntima para mantener la higiene, sino también se utilizaba para estilizar y seducir.

Francia se considera el país inventor de la ropa interior, parecida a la que conocemos hoy en día, y de la popularización de su uso. Hacia el año 1830 se experimentó un giro hacia el uso de la ropa interior que coincidió por la creciente tendencia hacia una moralidad pública que durante la época victoriana llegaría a su cúspide. También influyó la aparición de nuevos tejidos y telas más finas y ligeras, que resultaban apropiadas para utilizar en ciertas zonas del cuerpo. Desde 1860, se empezó a diseñar la ropa interior femenina, y en 1880, la seda se convirtió en el tejido preferido para tales usos. Más tarde se empleó también la lana (en zonas más frías) y el algodón, tejidos que dejaban transpirar la piel. Su uso también se extendió en enaguas, camisones y bragas. Hubo que esperar hasta finales del siglo XIX para que la lencería femenina adquiriera un aire definitivamente sexy con la aparición de las primeras medias de seda y los ligueros. Aunque su uso quedaba reservado exclusivamente para la intimidad de los dormitorios y para las llamadas “mujeres de mala vida”.

El siglo XX fue el siglo del sujetador que acabó enterrando el corsé como prenda para moldear el pecho y la introducción de las copas en los sujetadores demostrando que existían mujeres con diferentes tallas y tamaños de busto. En los años 50 se introdujeron los sujetadores cónicos de copas puntiagudas, que inmortalizaron las modelos de estética pin-up y más tarde, Madonna en los transgresores años 80. Los corsés se introdujeron como ropa de calle gracias a la influencia del cine y los Años Dorados de Hollywood. Por último, en 1990 fue el boom del wonderbra, un sujetador que realzaba el pecho sin necesidad de cirugía estética.

Del interior al exterior. La lencería se exhibe sin pudor

Como acabamos de comentar, la lencería nació en Francia a finales del siglo XIX para liberar a las mujeres de los corsés de la época y las actrices de la industria del cine del siglo pasado, fueron las encargadas de darle ese toque glamuroso exhibiendo la ropa más íntima en fastuosos rodajes cinematográficos. Prendas como camisones, túnicas y kimonos elaboradas en hermosas telas ligeras de seda y satén, saltaron de la cama al escenario, junto a conjuntos lenceros que evocaban sensuales juegos de transparencias a través del tul y el encaje, que iban más allá del dormitorio. La moda íntima estaba bajo el foco lista para ser consumida para una nueva generación de consumidoras que no tenían los prejudicios de sus madres o sus abuelas. 

Desde finales del siglo pasado hasta la actualidad, hemos vivido una auténtica explosión de moda lencera que conquista en masa un nuevo terreno hasta ahora (casi) vetado: la calle. No son piezas de lencería propiamente dichas, sino una adaptación que las grandes firmas crean de esos modelos para que sean expuestos en público. Así, en la década de los 90 empezó el boom de los vestidos lenceros o tipo camisón de seda con tirantes finos y motivos de encaje que inmortalizaron las it girls de la época como Kate Moss, Winona Ryder o Jennifer Anniston. Luego vinieron los sujetadores exteriores o los crop tops que popularizaron las cantantes de rap y hip hop norteamericanas que mostraban sin pudor un palmo más arriba (o debajo) del ombligo. Ellas también fueron las primeras que se atrevieron a mostrar las bragas o las tiras del tanga debajo de sus pantalones de chándal de talle bajo. También viven su mejor momento las prendas de tejido semitransparente como el tul plumeti y el encaje en outfits románticos de inspiración victoriana. Otras piezas como los conjuntos dos piezas pijameros de raso y los kimonos estampados de estética oriental se han asentado en nuestro armario a lo largo de la última década con total normalidad, aportando ese toque elegante, pero sugerente en los estilismos diarios. 

Al margen del estilo y de las tendencias, lo que está claro es que la lencería lleva un buen tiempo reivindicando su espacio fuera de la espera privada para explorar otros ámbitos y las pasarelas dan fe de esta tendencia exhibicionista que, de momento, no conoce su fin.