Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

Jueves 20 junio 2019

Balenciaga y la pintura española

El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza acaba de inaugurar una exposición que vehicula de forma elegante la creación de Cristóbal Balenciaga con la tradición de la pintura española de los siglos XVI al XX. Una insólita muestra donde el diseñador de moda más admirado e influyente de todos los tiempos dialoga junto a algunos de los cuadros que firman grandes nombres de la historia del arte español, una de sus principales fuentes de inspiración. Así de ambiciosa es la exposición ‘Balenciaga y la pintura española’.

La muestra está comisariada por Eloy Martínez de la Pera, quien ha seleccionado para la ocasión un total de 90 valiosas piezas de indumentaria, muchas de ellas expuestas por primera vez y procedentes del Museo Balenciaga de Guetaria, Museo del Traje de Madrid y Museu del Disseny de Barcelona, así como de colecciones particulares nacionales e internacionales. Acompañan los vestidos, un excepcional conjunto de 55 cuadros, entre los que destacan obras de El Greco, Velázquez, Murillo, Carreño de Miranda, Zurbarán, Goya, Madrazo o Zuloaga. En su conjunto una selección de cuadros procedentes de colecciones privadas y museos de ámbito nacional como el Museo del Prado o el Museo de Bellas Artes de Bilbao.

El recorrido por las salas sigue un itinerario cronológico a través de las pinturas, a las que acompañan los vestidos vinculados a cada estilo o a cada pintor. Se crean así conexiones basadas en elementos conceptuales, en formas y volúmenes, en complicidades cromáticas, que dan lugar a un fascinante diálogo entre moda y pintura, entre la creatividad del genial modisto vasco y sus fuentes de inspiración.

Balenciaga con el arte y la cultura española

Las referencias al arte y la cultura española siempre estuvieron presentes en el trabajo de Cristóbal Balenciaga. Las líneas simples y minimalistas de los hábitos religiosos o el volumen arquitectónico de estos tejidos son una constante en muchas de sus piezas. El aire de una bata de cola de una bailaora flamenca que se deja ver en los volantes de algunos vestidos o los brillos del traje de luces de un torero trasladados con maestría al paillette bordado de una chaqueta bolero, son algunos ejemplos. Balenciaga revisaba continuamente la historia del arte y, con su fuerte personalidad y estilo, mantuvo esas influencias hasta en su periodo más vanguardista, recuperando hechuras históricas y reinterpretándolas de manera moderna.

Cristóbal Balenciaga: “Un buen modisto debe ser arquitecto para los patrones, escultor para la forma, pintor para los dibujos, músico para la armonía y filósofo para la medida”

Más allá de seguir la trayectoria cronológica, el recorrido de la exposición permite revisar el arte desde una mirada diferente, poniendo la atención sobre los pintores como creadores y transmisores de moda, y como maestros en la representación de telas, texturas, pliegues y volúmenes. Como no podía ser de otra manera, el espacio en su totalidad de la muestra rinde homenaje al negro, uno de los colores fetiche de Balenciaga, y por muchos de sus grandes hitos como la línea barril, el semientallado, las faldas balón, la túnica, el vestido saco o el baby doll, para concluir a finales de los 60 en la abstracción.

“Balenciaga y la pintura española” es sin duda la exposición más ambiciosa y representa la muestra más completa sobre el modista español desde la primera retrospectiva que se le dedicó en 1973. La muestra se podrá visitar hasta el 22 de septiembre de 2019 en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid. El proyecto cuenta con la colaboración de Herbert Smith Freehills y Las Rozas Village.

Una vida influenciada por la pintura

Balenciaga nació en Getaria (Guipúzcoa) en 1895, hijo de José Balenciaga, pescador, y de Martina Eizaguirre, costurera. Siendo niño, se inició en el oficio de la mano de su madre, que cosía para destacadas familias de la zona, entre ellos, los marqueses de Casa Torres, que pasaban los veranos en el palacio Aldamar, en la localidad guipuzcoana, también conocido como Vista Ona. Fue allí donde el joven Cristóbal entró en contacto con el gusto de la élite aristocrática y donde pudo admirar trajes y telas de las mejores sastrerías y tiendas de moda y tejidos de Londres y París. Fue ahí también donde tuvo ocasión de contemplar y disfrutar de la magnífica colección de arte que poseían los marqueses y de su extensa biblioteca. Esta excelente introducción al mundo de la moda y del arte, unida a su extraordinaria sensibilidad, fue lo que sin duda le llevó a dedicar su vida al diseño desde fecha muy temprana.

En 1939, Balenciaga se inspiró directamente en Velázquez para el diseño de su vestido Infanta, una reinterpretación moderna de los trajes con los que el pintor retrató a la infanta Margarita de Austria y que el diseñador presentó ese mismo año en París. Tres años antes, en 1936 y como consecuencia del estallido de la guerra civil en España, Balenciaga se había trasladado a la capital francesa. Se encontraba ya en una etapa de plena madurez creativa, tras haber fundado en las décadas anteriores establecimientos de moda en San Sebastián, Madrid y Barcelona y contar entre su clientela con la alta sociedad y la Familia Real españolas. En agosto de 1937 abrió su taller en la avenida George V de París. Las creaciones de Balenciaga en estos años estaban impregnadas del contexto cultural de su país de origen, convirtiendo este periodo en todo un homenaje a la estética de ‘lo español’.

Con su estilo innovador, total dominio de la costura y un alto nivel de exigencia, muy pronto se consagró como uno de los diseñadores más influyentes del panorama internacional. En París entró en contacto con una clientela cosmopolita y empezó a llamar también la atención de los medios de comunicación de todo el mundo que lo encumbraron como el “rey de la alta costura”. Tenía predilección por los tejidos con peso, que enriquecía con bordados hechos a mano, pedrería o lentejuelas. Sin apenas cortes ni costuras, creaba vestidos de formas rectas o redondeadas, dando a sus prendas un acabado perfecto, casi escultórico. Su sentido de la proporción y la medida, el manejo de la técnica y búsqueda de la excelencia le reportaron la admiración de sus colegas contemporáneos -como Christian Dior, que lo consideró “el maestro de todos nosotros”, o Coco Chanel, que lo calificó como “el único auténtico couturier”-; y en su taller o con sus consejos se formaron algunos de los diseñadores más importantes del siglo XX como Hubert de Givenchy, Emanuel Ungaro, Óscar de la Renta o Paco Rabanne.

Fotos: Cedidas por el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza