Lunes 05 septiembre 2022

Marrón mundano y cotidiano

Marrón. Ya de entrada suena feo y antipático, desencadena alguna burla y en general, representa un color poco apreciado: Sólo el 1% de las personas reconocen tenerlo como favorito, siendo la tonalidad que más rechazo genera entre la población. A nivel psicológico, el marrón tiene connotaciones negativas porque se asocia con lo viejo y anticuado, a la pobreza, a la suciedad o a la cotidianeidad. Lo ordinario se representa de marrón. Lo discreto también porque el marrón, al ser la mezcla de los colores primarios, pasa desapercibido. Estas asociaciones mentales se relacionan con la historia de la vestimenta y el uso que se le dio en el arte, a este menospreciado color. A pesar de ello, el marrón también tiene un reverso luminoso: representa la tierra y está presente en la naturaleza, a través de la flora y la fauna. En diseño y decoración, el marrón es muy apreciado porque remite a la calidez, al recogimiento y al bienestar. Los ambientes rústicos, con gran presencia de maderas, pieles y barro y arcilla son de tonalidades pardas. A continuación, os explicamos algunas curiosidades de esta reservada tonalidad imprescindible en otoño, la estación que psicológicamente asociamos al marrón.

El origen del marrón

El marrón siempre ha estado ahí, y abunda a nuestro alrededor. Estos tonos son muy comunes en la naturaleza: las cortezas de los árboles, la piel y el pelo de los animales, la tierra arcillosa, los suelos áridos, los flujos del lodo… El marrón representa la madre tierra, donde emana con toda su fuerza, su naturaleza, y, por lo tanto, la vida y la muerte. La madurez es marrón por eso en otoño, este color resplandece en toda su intensidad. Las flores pierden su juventud y las hojas se tiñen poco a poca de esta tonalidad para anunciar el fin de su ciclo.

Etimológicamente, el nombre del color es un galicismo. Remite a “marron” que significa castaña en francés. Esta palabra se introdujo a mediados del siglo XIX para designar a lo que antes se conocía como castaño. Fue tanta la aceptación y el uso entre la población del término que se introdujo al diccionario normativo en 1927. Por lo tanto, no hace ni un siglo que nuestra lengua ha aceptado la palabra marrón para designar al color castaño o pardo. A pesar de ello, hoy en día seguimos usando el viejo adjetivo para nombrar al pelo y cabello que no es ni rubio ni moreno.

El color de la humildad y la pobreza

Históricamente, el marrón siempre ha sido un color abundante, fácil de producir y en muchos casos, representaba los tejidos sin teñir a través de piezas elaboradas de borra y pelo de cabra, ciervo y liebre hilados con lino y cáñamo crudos y parduscos. Por lo tanto, la ropa de color marrón era la original y no necesitaba ningún tratamiento añadido. Desde la Grecia Clásica y prácticamente hasta finales del siglo XVIII, las piezas de ropa de colores luminosos como el rojo, el azul de ultramar, el verde o el amarillo dorado eran símbolo de estatus -eran colores caros de producir- y estaban reservadas a las clases privilegiadas. Las prendas sin teñir mostraban claramente una condición inferior y por eso, las clases populares las usaban con frecuencia, siendo el marrón el color vinculado con la sencillez, la humildad y la pobreza. Por ejemplo, en la Antigua Roma, la ropa marrón se asociaba con los pobres o los bárbaros -aquellos pueblos que no dominaban las artes tintoreras-. El término que se utilizaba para dirigirse a los plebeyos era “pullati”, que significa literalmente aquellos vestidos de marrón. En la Edad Media, se consideraba el marrón como el color más feo del espectro porque era el color que vestían los campesinos, los siervos, los criados y los mendigos. También representaba un color abundante, corriente y vulgar, valores opuestos a la opulencia de la nobleza. Por lo tanto, el marrón se veía como un color mundano, asociado a la muchedumbre, la turba y por qué no, a la suciedad. Heces, lodos y betunes son marrones y rodeaban frecuentemente la plebe.

Si el marrón también representaba símbolo de la humildad, no era de extrañar que los primeros monjes cristianos utilizaran este color para predicar una vida sencilla, alejada de toda clase de lujos. Cuando se establecieron los colores para las distintas órdenes, los colores pardo y gris vestían a los monjes que hacían voto de “máxima pobreza” como los franciscanos conocidos por sus túnicas marrones como símbolo de humildad cristiana. El marrón fue también, durante siglos, el color del luto de los pobres porque los tejidos teñidos de color negro resultaban inaccesibles para las clases más populares.

Un cambio de concepción

El ideal estético de los colores vibrantes duró mientras se mantuvo el elevado el coste de los tintes luminosos. Este paradigma empezó a cambiar a partir del siglo XVIII cuando se pudo teñir por primera vez los colores puros (rojo, azul y verde eran los más valorados) a precios razonables. Este hecho cambió el sistema de valores: los colores puros se consideraron entonces simples, y el arte del tintorero se transformó en el arte de mezclar tintes. De ahí surgió, en la época rococó la predilección por los colores pastel, y la introducción del castaño como color de moda entre la nobleza. Para obtener el codiciado marrón se teñían varias veces con diversos colores, unos después de otros, para obtener un tono más variado. Por ejemplo, Luis XVI sentía predilección por los colores pulga (los llamaba, coleurs de puce) con matices muy variados: pulga vieja, pulga joven, espalda de pulga, cabeza de pulga, pierna de pulga… Todos se reverían a un tipo de marrón distinto.

Goethe por otro lado, consideraba los colores puros como algo desdeñable, puesto que eran difíciles de combinar en la vestimenta de las personas sofisticadas: “El uso de colores enteros sin duda tiene muchas limitaciones; en cambio, los colores como sucios, muertos, los llamados colores de la moda, muestran muchísimas gradaciones y matices, la mayoría de los cuales tiene su gracia”, decía. Los “colores sucios” eran todos los tonos marrones, y los “colores muertos” se refería a los que se oscurecían de negro con sus distintas variaciones que eran más versátiles. Es así, como progresivamente la cultura alemana le dio un vuelco total al significado del marrón. De la plebe y la marginación pasó a representar la cultura y el buen gusto de las clases altas.

El marrón en el arte

Aunque el marrón se ha utilizado en el arte desde tiempos prehistóricos, esta tonalidad raramente su usaba en el arte hasta el Renacimiento. En la Edad Media, por ejemplo, los artistas preferían colores brillantes y distintivos para pintar cuadros o ilustrar libros religiosos. En los siglos XVII y XVIII el marrón tuvo un mayor uso. Caravaggio y Rembrandt usaron varias tonalidades de marrones para crear efectos de claroscuro, donde el sujeto se distinguía de la oscuridad. Rembrandt también agregó sombra a las capas de tierra de sus pinturas porque promovió un secado más rápido. El artista comenzó a usar un nuevo pigmento marrón, llamado Cassel earth o colonia tierra. Este era un color de la tierra natural compuesto por materia orgánica, como el suelo o la turba. Fue utilizado por Rubens y Anthony van Dyck, y más tarde se hizo conocido comúnmente como marrón Van Dyck. Los impresionistas franceses del siglo XIX no fueron muy adeptos al color en cuestión, en excepción de Paul Gauguin que creó retratos luminosos de color marrón de las personas y los paisajes de la Polinesia francesa.

Un color apreciado en moda

Tradicionalmente, se pensaba que la persona que vestía de marrón transmitía al mundo que quería pasar desapercibida. El efecto psicológico que causa es el de ser un color corriente, hasta mediocre. De hecho, existen aún normas adscritas en cuestiones de vestimenta que se remontan a este imaginario de los colores. Por ejemplo, se dice que los ejecutivos de alto rango tienen prohibidos los trajes marrones porque desmerecen su estatus.

Más allá de ciertas creencias o tradiciones, la moda ha adoptado el marrón en su lecho y le ha dado infinidad de posibilidades. El marrón es un tono cálido y profundo, desprende magnetismo, es fácil de combinar, y por lo tanto se adapta a la perfección en infinidad de looks porque hace de su discreción, su mejor baza. No en vano se le considera un neutro como el blanco, el negro o el azul marino. A pesar de estar relacionado tradicionalmente con el otoño, el marrón este 2022 se ha llevado en primavera y en verano, a través de looks juveniles y frescos que han seguido algunas celebridades y prescriptoras de moda como Cardi B, Dua Lipa, Selena Gómez, Kendell Jenner o Rihanna. Llevarlo en versión total look ha sido también la preferencia de las grandes firmas de moda.

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En definitiva, el marrón nunca pasará a la historia de los colores más significativos, pero caminará de la mano de ella gracias a su naturaleza sencilla, versátil y discreta.