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Mircoles 14 mayo 2025

Todo lo que no sabías del amarillo mantequilla

Collage inspiracional amarillo mantequilla. Foto Mariano Moreno

p style=”text-align: justify;”>La primavera florece en todo su esplendor y, de toda la amalgama de colores inspirados en este renacimiento cromático, hay uno que en 2025 se impone por encima del resto. Ya sea por tendencia, gusto o predilección natural.

Un color que no grita. Que no necesita imponerse para ser memorable. Esta temporada, el amarillo se apaga hasta volverse crema. Se vuelve mantequilla. Una tonalidad que ilumina sin estridencias y se desliza con suavidad sobre tejidos livianos como organzas, sedas y algodones.

Lejos de buscar protagonismo, el amarillo mantequilla acompaña, calma, matiza. En un momento donde todo vibra al ritmo de lo fugaz, esta tonalidad reaparece como un guiño al confort, a la ternura y a una elegancia más silenciosa. Una vez considerado difícil, incluso temido, hoy se cuela en colecciones refinadas, pasarelas y editoriales como el tono preferido de quienes buscan equilibrio entre lo romántico y lo contemporáneo.

Descubrimos algunas de sus múltiples facetas.

Breve historia del amarillo. De lo noble a lo marginal

El amarillo es uno de los colores más antiguos y cargados de simbolismo en la historia del arte y la indumentaria. Presente en los pigmentos naturales del Antiguo Egipto —donde se asociaba con el oro, el sol y la eternidad—, también fue uno de los tonos más utilizados en los frescos romanos y bizantinos por su capacidad para captar la luz.

Durante siglos, sin embargo, el amarillo vivió una dualidad constante: por un lado, representaba la luz, la energía, la nobleza; por otro, fue estigmatizado por su asociación con la traición o la marginalidad en ciertos contextos históricos. En la Edad Media, por ejemplo, fue el color impuesto a los herejes y los marginados. Esta ambivalencia cromática se ha arrastrado hasta tiempos modernos, haciendo que el amarillo fuera considerado durante décadas como un tono difícil, incluso “maldito”, especialmente en moda.

A partir del siglo XX, con la explosión del diseño moderno, el color recupera su lugar como símbolo de vanguardia y provocación. Del amarillo neón de los años 80 al mostaza setentero o al amarillo flúor de los 2000, este tono ha ido mutando su significado con cada generación.

Hoy, en su versión más suave y cremosa, el amarillo mantequilla se presenta como una evolución natural: un punto de encuentro entre la sofisticación y la cercanía, entre lo cálido y lo neutro. Es el amarillo que deja atrás el dramatismo para convertirse en equilibrio.

Collage inspiracional amarillo mantequilla. Fotos Gonçalo Peixoto

¿Por qué nos llega este arrebato de amarillo mantequilla?

En un mundo donde las tendencias cambian a la velocidad del scroll y todo convive con todo, hablar de “tendencias de color” puede parecer anacrónico. Sin embargo, hay tonos que consiguen captar el pulso emocional de una época. El amarillo mantequilla es uno de ellos.

Esta tonalidad suave, cercana y sin estridencias conecta con un deseo colectivo de calma, bienestar y refugio estético. Frente al exceso, la sobrecarga visual y el ruido cromático de lo digital, emergen colores que nos invitan a bajar el ritmo. El amarillo pastel —en concreto, esta versión cremosa y luminosa— se percibe como un bálsamo visual. Una microtendencia que se cuela tanto en la moda como en el diseño de interiores, en la cosmética o incluso en el universo digital.

La psicología del color asocia el amarillo con la creatividad, la vitalidad y el optimismo. En su versión más suave, esa energía se matiza y se convierte en algo más introspectivo: ternura, sensibilidad, amabilidad. Es un color que no impone, que acompaña.

En un contexto donde lo efímero se impone pero el ser humano sigue buscando significado, el amarillo mantequilla representa una respuesta estética a una necesidad emocional: volver a lo esencial, pero con luz.

Collage detalles pasarelas. Fotos: Pinterest

De la pasarela a fenómeno global

El amarillo mantequilla ha pasado de ser una curiosidad cromática a convertirse en uno de los colores más visibles —y deseables— de la temporada. Esta primavera-verano, su presencia en pasarelas, alfombras rojas y editoriales ha confirmado lo que ya apuntaban las insiders: estamos ante un nuevo neutro.

Todo empezó con un gesto rotundo: Timothée Chalamet apareció en la alfombra roja de los Oscar con un conjunto en amarillo mantequilla, rompiendo prejuicios y generando titulares. Pocos días después, Katie Holmes lo lucía con elegancia en el desfile de Zimmermann, combinando gabardina y pantalón en este tono con accesorios en negro y marrón chocolate. El street style lo abrazó inmediatamente, dejándonos estilismos monocromáticos y combinaciones con beis, blanco roto y tonos tierra que han multiplicado su versatilidad.

En la pasarela, firmas como Givenchy, Bottega Veneta, Molly Goddard, Zimmermann, Christopher Esber o Rotate han teñido sus colecciones de esta tonalidad cremosa. En la colección debut de Sarah Burton para Givenchy, un abrigo con hombros marcados y cintura ceñida se convirtió en una de las piezas más virales de la temporada. Por su parte, Toteme presentó vestidos pañuelo, chales y blusas minimalistas que acercan este color al universo escandinavo.

Lo interesante es cómo este tono se adapta a todo tipo de prendas. Desde los vestidos midi y maxi más románticos hasta trajes estructurados, chaquetas de napa, blusas de seda o incluso conjuntos denim. The Row y Jacquemus lo han reinterpretado desde dos enfoques opuestos pero igualmente sofisticados: uno más depurado y urbano, otro más sensual y mediterráneo.

Lo que antes era percibido como un tono “difícil”, hoy se posiciona como un nuevo básico de armario. Un color que no busca imponer tendencia, sino mantenerse.

Collage pasarelas de Chloé, Chanel y Toteme

Un color rico en matices

Si hay un lugar donde el amarillo mantequilla despliega todo su potencial es en el tejido. Su suavidad cromática exige materiales capaces de reflejar la luz con delicadeza, sin perder cuerpo ni definición. Es un color que no tolera lo plano: necesita texturas, matices y estructuras que lo hagan vibrar en cada movimiento.

En tejidos con caída —como las sedas satinadas, el crep, el voile de algodón o el tul bordado— adquiere un aire etéreo, perfecto para vestidos de ceremonia, piezas vaporosas o camisería de autor. En bases más técnicas como el mikado, el tafetán o la napa ligera, gana fuerza y sofisticación, ideal para trajes estructurados, capas o detalles con volumen escultórico.

El amarillo mantequilla también funciona de forma sorprendente en tejidos con textura: jacquares florales, bordados tonales, encajes sutiles, incluso en versiones con efecto irisado o brillo seco, aportando riqueza sin estridencias.

En Gratacós, lo interpretamos como un color que no necesita elevar la voz para hacerse notar. Que conecta con un diseño honesto, con mirada personal, con sensibilidad en la elección de cada materia.

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