Jueves 26 junio 2025

El ‘quiet luxury’ también se teje

Collage inspiracional. Foto: Kaoa Design

El quiet luxury llega en verano a través de sus señas de identidad: minimalismo, discreción y naturalidad. El fenómeno que ha marcado el vestuario de las élites silenciosas también tiene su traducción en los tejidos. Y no, no hablamos solo de materias sin artificios, siluetas limpias o colores neutros: lo que llevamos puesto habla de texturas, fibras y procesos más elaborados de lo que puede parecer a simple vista. En este nuevo relato del lujo, el tejido importa tanto como el corte.

En tiempos de exceso visual y estímulo constante, lo que realmente marca la diferencia es la elección consciente. Un lino con cuerpo, un algodón regenerado o una viscosa de caída perfecta dicen más de quien los viste que cualquier logotipo. Son tejidos que respiran elegancia, no la gritan. Transmiten una sofisticación honesta, cultivada desde la materia prima. Y, precisamente por eso, se han convertido en protagonistas del armario moderno.

Este lujo que respira no es una moda pasajera. Es una forma de consumo más alineada con los tiempos: más silenciosa, pero más poderosa. Las marcas premium lo saben. Y por eso, cada vez más, miran hacia las fibras naturales como símbolo de autenticidad, atemporalidad y compromiso.

Cuando lo natural también brilla

Esta temporada las fibras naturales se reinterpretan con una mirada más sofisticada y urbana. El lino se mezcla con algodón o lana para aligerar estructuras y ganar versatilidad entre estaciones. Surgen texturas lisas, pero con cuerpo, superficies flameadas y acabados irregulares que celebran lo imperfecto con elegancia. Es el auge de los faux-unis, tejidos visualmente ricos que se perciben casi como sólidos, pero que cobran vida al moverse. También vemos cómo los linos se fluidifican gracias a las mezclas con viscosa, lyocell o seda, logrando caídas suaves, brillos sutiles y un tacto más amable. Todo ello sin renunciar a su esencia natural.

Son los llamados Sophisticated Naturals: tejidos honestos, táctiles y visuales, que combinan tradición con innovación. Materias que no solo visten, sino que expresan una nueva manera de habitar la moda. Más consciente. Más estética. Más en conexión con el ritmo del presente.

A continuación, exploramos las propiedades y posibilidades de tres tejidos veraniegos que encarnan el quiet luxury desde su esencia, siempre con el toque sofisticado y distintivo de los tejidos Gratacós.

Collage inspiracional. Foto: Joplin Atelier

Lino. La arruga es doblemente bella

El lino es una de las fibras más antiguas de la humanidad. Se han encontrado restos de hace más de 34.000 años en cuevas de Georgia, y en el Antiguo Egipto se convirtió en símbolo de pureza: los faraones eran momificados con vendas de lino y los sacerdotes lo llevaban en sus rituales. Durante siglos, fue un bien preciado en Europa —de las velas de los barcos fenicios a las camisas victorianas— y también soporte artístico: lienzos, pergaminos, incluso billetes antiguos se hacían con lino.

Más allá de su historia, el lino es resistente, antibacteriano, transpirable y completamente biodegradable. Tiene un tacto fresco y seco que se arruga con naturalidad, pero lejos de ser un defecto, esas arrugas hablan de vida. Cada prenda cuenta una historia. Además, su cultivo es de los más sostenibles: apenas necesita agua ni pesticidas, y se aprovecha toda la planta.

Durante años se asoció a lo informal y veraniego, pero hoy el lino se transforma. Marcas como Jacquemus, Jil Sander o Gabriela Hearst lo reinterpretan con cortes depurados y siluetas urbanas. En Gratacós, lo trabajamos en clave sofisticada: mezclado con viscosa para ganar fluidez, con hilos de lúrex para un brillo sutil, o en versiones flamé con textura artesanal. El lino ha pasado de tejido estacional a icono esencial. Y ahora también se viste de fiesta.

Algodón. Tradición cotidiana con vocación de lujo

Pocas fibras han acompañado al ser humano tan intensamente como el algodón. Se cultivaba hace más de 7.000 años en la India, Egipto o Mesoamérica, y su suavidad natural lo convirtió en un imprescindible. Durante siglos fue símbolo de pureza y refinamiento —los emperadores mogoles vestían algodón blanco como muestra de poder espiritual—, pero su historia cambió radicalmente con la Revolución Industrial. El algodón pasó de materia noble a producto de masas, marcando el inicio de la moda tal y como la entendemos hoy.

Esa democratización no le ha restado valor. Todo lo contrario: en su versión más cuidada, el algodón conserva cualidades que lo hacen único. Es suave, hipoalergénico, altamente transpirable y extremadamente versátil. Se tiñe con facilidad, admite bordados complejos y se transforma según el acabado: puede ser mate o satinado, técnico o rústico, ligero o con cuerpo. En su forma regenerada u orgánica, además, se posiciona como una fibra clave en la transición hacia una moda más responsable.

Hoy, el algodón se eleva. Diseñadores como Cecilie Bahnsen, Loewe o Dior lo reinterpretan en clave escultórica, con volúmenes poéticos, plisados inesperados o efectos visuales que lo alejan del básico convencional. En Gratacós, esta nueva mirada se traduce en tejidos de algodón bordado con lentejuelas, popelines satinados en tonos empolvados o bases con textura irregular. El algodón también sabe brillar, pero lo hace sin perder su honestidad. Y esa es, precisamente, su mayor sofisticación.

Collage inspiracional. Foto: Kalmanovich

Viscosa. La fluidez consciente de una fibra moderna

Nació como una solución ingeniosa. A finales del siglo XIX, los químicos franceses desarrollaron la viscosa como alternativa asequible a la seda, y desde entonces se la ha conocido como “seda artificial”. Aunque su origen es vegetal —se extrae de la celulosa de la madera—, su proceso de transformación le confiere esa identidad híbrida entre lo natural y lo técnico. Fue muy popular en la Alta Costura de los años 30 y 40 por su brillo suave y su espectacular caída, y hoy, gracias a innovaciones más sostenibles, ha vuelto con fuerza al centro del tablero textil.

La viscosa bien trabajada es ligera, fresca y sedosa al tacto. Tiene una caída impecable, absorbe la humedad y se mueve con el cuerpo, lo que la convierte en una de las fibras preferidas para prendas que fluyen: vestidos cruzados, blusas drapeadas, monos vaporosos. Además, acepta el color con intensidad y es ideal para estampados de gran formato, lo que la hace especialmente expresiva a nivel visual.

Hoy, en pleno auge de los tejidos naturales elevados, la viscosa adopta nuevas formas. Aparece mezclada con lana o lino para transitar entre estaciones, con lúrex para aportar destellos sutiles o con acabados satinados que rozan lo festivo sin caer en lo estridente. Diseñadores como Victoria Beckham, Dries Van Noten o Ganni apuestan por ella en colecciones que combinan funcionalidad y emoción.

En Gratacós, la viscosa se presenta en múltiples versiones: desde bases satinadas en tonos hielo o lavanda hasta estampados botánicos de gran escala o mezclas con hilos brillantes que suman sofisticación. Porque la viscosa no solo fluye: también se adapta. Y lo hace con estilo, intención y una elegancia que no necesita alzar la voz.