the new york times

Martes 12 julio 2016

Para siempre, Bill Cunningham

La intersección de la calle 57 y la Quinta Avenida de Manhattan tiene provisionalmente un nuevo nombre: “Bill Cunningham Corner” y reta homenaje al legendario fotógrafo y retratista de la moda fallecido hace tres semanas a los 87 años. Allí es donde Bill Cunningham practicaba su peculiar cacería armado con su Nikon y a lomos de su vieja bicicleta a la búsqueda de estilismos más llamativos. Chaqueta azul añil, pantalones beige y una mirada sagaz para avistar los tejidos, los accesorios y los detalles de sus presas, ya fueran personas anónimas o reconocidas celebridades como Greta Garbo a quien inmortalizó andando por la calle sin reconocerla. “Sólo me interesa su indumentaria”, solía argumentar. Luego, exhibía los trofeos en The New Work Times en una columna fotográfica de moda neoyorquina que se convirtió desde 1978 en una de las más buscadas por los lectores.

De hecho, la misión de este legendario cronista visual fue identificar cada semana las tendencias de moda de la ciudad y sus retratos reflejaban los personajes extravagantes con los que se cruzaba, siempre que mantuvieran esa aura de estilo que buscaba. La directora de Vogue, Anne Wintour, señalaba que “todas nos vestimos para Bill”. En 2008, el gobierno francés le galardonó con la “Legión de Honor” y en 2009 fue nombrado un ‘hito viviente’ de Nueva York en la misma ciudad donde lo vio en plena acción, siempre en un discreto segundo plano al acecho de la moda de la calle más rompedora, lo que realmente triunfaba fuera de las pasarelas. No en vano se ganó el nombre del rey del street style entre la sociedad neoyorquina.

En 2010, el documental “Bill Cunningham New York” dirigido por Richard Press dio a conocer la persona tras el personaje. Una obra audiovisual que revela que Bill era mucho más que un fotógrafo callejero y su pasión por la moda era igual de intensa que su ética en el trabajo. Nació en 1929 en Boston en el seno de una familia de origen irlandés, y antes del New York Times trabajó para el Chicago Tribune y el Daily News. Empezó diseñando sombreros para luego, hacer el salto en las revistas Details y Women’s Wear Daily. En 1967 adquirió su primera cámara y ya no pudo dejar su afición por retratar personas para documentar todo lo que le llamaba la atención.

Bill Cunningham despuntó en una industria ávida de individualismos y fenómenos pasajeros. Todo el mundo quería inmortalizarse con una de sus instantáneas pero Bill se mantenía al margen y aún estar presente en los más prestigiosos desfiles y las fiestas de alto copete, el cronista visual mantenía la distancia. “Así puedes ser más objetivo”, aseguraba. De hecho, el dinero nunca le interesó a Bill, conocido por su humildad y austeridad. “El dinero es lo más barato que existe. Lo más caro es la libertad”, solía decir. Y ya se sabe que el estilo no se compra, tampoco en una era de extremo consumismo. Estos principios sólidos y su maestría por documentar las peculiaridades de la indumentaria de los neoyorkinos han ensalzado la figura de Bill Cunningham dejando un profundo legado –y una lección de vida- dentro del imperio de lo efímero. En su obituario, el editor del Times lo dejó claro: “Los poderosos y ricos del mundo de la moda buscaban su compañía, pero él se mantuvo como uno de las personas más encantadoras, amables y humildes que haya conocido. Hemos perdido a una leyenda, y yo estoy personalmente desgarrado por haber perdido a un amigo”, signó con pesar Arthur Ochs Sulzberger Jr.

gratacos - Bill-Cunningham

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